Pablo Esteban
Página 12
Los humedales comprenden zonas de la superficie terrestre que están, de modo temporal o permanente, inundadas. Son ecosistemas híbridos –tanto terrestres como acuáticos– que brindan una multiplicidad de servicios de interés social. Por ejemplo, proveen agua (para uso industrial, agrícola y doméstico) y alimentos (peces), impiden inundaciones y funcionan como reservorio de recursos naturales estratégicos como el carbono. Sin embargo, desde 1970 hasta la actualidad, se estima que se han perdido o degradado entre un 65 y un 74 por ciento a nivel mundial. Con mala reputación, a lo largo de la historia, han sido considerados como tierras improductivas y fuentes de plagas. En la actualidad, un proyecto de ley intentará promover e incentivar su conservación, con el objetivo de regular el estrecho límite que separa la productividad y el desarrollo sustentable de los ambientes naturales.
En esta oportunidad, Rubén Quintana, doctor en Ciencias Biológicas (UBA) intentará explicar todo lo que sabe acerca de estos ecosistemas, unos espacios geográficos muy particulares que lo apasionan hace más de 30 años. Del 17 al 22 de octubre, “el ecólogo –pero no ecologista–” (que pertenece al Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental de la Universidad Nacional de San Martín) participará como docente del posgrado “Futuros”, un foro organizado por la UNSAM y su Fundación Funintec, para reflexionar sobre de las nuevas tecnologías y los desafíos ambientales que enfrenta la humanidad.
“Desde bien pequeño sentí cierta afinidad por la naturaleza y las problemáticas de índole biológica. Cuando era adolescente, mis familiares pensaban que iba a escoger ingeniería agrónoma o veterinaria. Sin embargo, siempre tuve todo muy claro. Además, allá por la década de los 70, cuando culminaba la secundaria, la ecología comenzó a adquirir relevancia mundial. Así que no tuve más remedio que escoger esta hermosa orientación.”
–En una nota usted señala que es ecólogo pero no ecologista. ¿A qué se refiere con la salvedad?
–No lo digo de modo peyorativo. Considero que los ecologistas son militantes y que defienden las políticas de protección medioambientales. Creo que está muy bien y que es necesario que así sea. En mi caso, soy ecólogo porque mi trabajo es distinto: se basa en el aporte de información para la resolución de problemáticas ambientales a partir de políticas públicas por intermedio de la investigación de humedales.
–Estudia a los humedales desde 1986. Toda una vida…
–La verdad que sí. A partir del último tercio de la carrera, conocí a quien sería mi directora de tesis, la doctora Inés Malvarez. Ella fue una de las pioneras en Argentina al introducir la investigación de los humedales. Me gustó tanto su materia que, junto a mis compañeros de curso, decidimos encarar los primeros proyectos en el Delta del Paraná, hace 30 años.
–¿Por qué representan un recurso de relevancia social?
–Se reconocen como ecosistemas críticos para el ser humano, por su gran capacidad para proveer bienes y servicios. De hecho, a nivel mundial, casi el 40 por ciento de los servicios ecosistémicos son brindados por humedales. Sobre todo, porque el agua puede ser destinada para uso industrial, agrícola y doméstico. En especial, me refiero a los humedales de agua dulce, ya que también existen los marinos. El régimen hidrológico es fundamental para su estructura y funcionamiento. Por ello, son tan sensibles a las transformaciones que los seres humanos puedan llegar a producir.
–También son importantes para controlar inundaciones…
–Por supuesto. Se encargan de amortiguar las inundaciones porque absorben los excedentes hídricos. También, son importantes los manglares –humedales costeros de zonas tropicales– por su función protectora de las costas. Por ejemplo, los efectos del huracán Katrina en el 2005 habrían sido suavizados en la ciudad de Nueva Orleans si los humedales costeros del Golfo de México hubieran estado en buenas condiciones. Por otra parte, también son centrales en los procesos de purificación de agua, proveen alimentos (como los peces), impiden la intrusión de agua marina en las cuencas de agua dulce y funcionan como reservorio de carbono (en el caso de las turberas, un tipo ácidos de humedales).
–Con tantas ventajas, ¿por qué están en riesgo a nivel mundial? He leído que el avance de la frontera agrícola, los procesos de urbanización y el aumento de proyectos inmobiliarios son factores centrales en esta línea.
–Los humedales representan uno de los ecosistemas más importantes para la humanidad pero al mismo tiempo son los más vulnerables a la intervención humana. Desde 1970 a la actualidad se han perdido o degradado entre un 65 y un 74 por ciento a nivel mundial. El problema central es que, más allá de su centralidad, siempre fueron considerados tierras improductivas y fuentes de plagas. Por ello, siempre tendieron a ser transformados en ecosistemas terrestres o bien acuáticos, a partir de procesos de drenado y endicado. En Argentina, estos cambios se han producido para habilitar el avance ganadero, la forestación y para promover los emprendimientos urbanos. Incluso, en algunos casos, para impulsar el desarrollo de actividades agrícolas, con cultivos de arroz y soja. Ello, además de su degradación, ocasiona un problema mayor vinculado al uso de agroquímicos como el glifosato y la contaminación del agua.
–A todas estas amenazas, se suma el cambio climático y el calentamiento global.
–Sí. Los humedales costeros, por ejemplo, se ven afectados por el aumento de los niveles del mar, así como también por los incrementos de temperatura y de las precipitaciones. Son transformaciones que afectan su régimen hidrológico.
–¿Qué estrategias de protección se requieren para su conservación? ¿Existe una convención internacional que discute este tipo de problemáticas?
–Sí, existe un grupo que de modo específico se preocupa por los humedales. La convención de Ramsar fue firmada en 1971 (en Irán) y nuestro país se incorporó a principios de los 90. Su objetivo es generar el compromiso de todas las naciones para promover la sustentación y la conservación de estos ecosistemas. En el ámbito nacional, existe un proyecto de ley que tuvo el visto bueno de las comisiones de Agricultura y de Ambiente en el Senado. Así que el próximo paso sería que se discuta en el recinto. Hace tres años, hubo un proyecto similar que fue aprobado en la cámara Alta pero luego perdió estado parlamentario.
–¿Por qué?
–Porque existen sectores que presumen que una ley de este tipo puede afectar sus intereses.
–En cierta medida, se trata de un capítulo más en la eterna tensión entre productividad y desarrollo sustentable…
–Sí, pero algo que debería tenerse en cuenta es que estas leyes no apuntan a prohibir actividades sino más bien a ordenar cursos de acción. El país necesita un ordenamiento ambiental territorial. En efecto, sería fundamental tener bien en claro un panorama completo del modo en que se manejan los ecosistemas. En el Delta, allá por el 2013, pudimos constatar que contábamos con más de 240 mil hectáreas endicadas, cifra que representa un 14 por ciento del territorio. Este año, afrontamos serios problemas de inundaciones porque el agua no circula y se bloquea ante la presencia de terraplenes. Esto, por supuesto, también perjudica a los propios productores rurales y es el resultado de la falta de planificación. Se modifican las infraestructuras sin criterios que consideren cómo ciertas geografías, son sensibles a las modificaciones humanas.
–En este marco, si tuviera que construir una hipótesis: ¿cómo cree que será la situación de los humedales en 300 o 400 años?
–La situación es crítica y lo será aún más. Me cuesta ser optimista. Como dije, tenemos una Convención internacional hace 45 años y las cosas no marchan bien. La propia organización, durante la última reunión en Uruguay, se ocupó de describir el proceso de degradación que estos ecosistemas afrontan. De modo que, si bien hubo muchos avances en el reconocimiento de la importancia de su conservación, la situación no se revierte. Por ello, existe una seria incertidumbre sobre cómo avanzará este tema en el futuro, con una población creciente y con nuevas necesidades.