¿La nueva África de China?

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La visita del primer ministro chino, Li Keqiang, a Brasil, Chile, Colombia y Perú es tan sólo el más reciente de múltiples hechos —incluyendo el plan de cooperación suscrito por la República Popular China con la Celac, en el que compromete US$250.000 millones en inversión y US$500.000 en nuevo comercio— que confirman de nuevo el interés de China por consolidar su presencia en América Latina.

Mientras muchos ven en ella un socio indispensable que, además, carece de las pretensiones hegemónicas de Estados Unidos, otros advierten sobre los peligros que plantea la creciente especialización regional en la exportación de materias primas.

Durante los últimos 15 años China se ha vuelto una contraparte fundamental para las economías latinoamericanas. Mientras las exportaciones han crecido unas 10 veces desde 2000, el papel chino como prestamista e inversionista, principalmente en proyectos de energía, infraestructura y minería, también se ha disparado. Así, la interacción con ese país se presenta como una oportunidad gana-gana. Además de alimentar el comercio e inyectar liquidez a la región, se prevé que distintos proyectos de infraestructura —como el ferrocarril transoceánico entre Brasil y Perú— mejoren su competitividad y faciliten la interconexión, uno de los objetivos tanto de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (Iirsa) como de la Alianza del Pacífico.

Pese a lo anterior, la demanda china de commodities también está asociada al auge del extractivismo en América Latina, modelo de desarrollo en boga, aplicado sin distingo ideológico y caracterizado por la explotación intensiva de recursos naturales, en especial petróleo, gas y minerales. Éste ha ahondado la dependencia de muchos países de los bienes primarios y entorpecido su capacidad de diversificación hacia las manufacturas y los servicios, tendencia similar, paradójicamente, a lo descrito por los autores dependendistas en los años 60 y 70. A su vez, la poca competitividad mundial de los productos no primarios latinoamericanos vis a vis los chinos ha reforzado la tendencia a la desindustrialización.

Finalmente, el boom de las commodities, jalonado en buena medida por China, ha tenido un impacto negativo en términos ambientales y del conflicto social en torno a los derechos y condiciones laborales. Según un estudio reciente de la Universidad de Boston, China in Latin America: Lessons for South-South Cooperation and Sustainable Development, las exportaciones e inversión en el sector primario, sobre todo en las industrias extractivas, generan menos empleo y de peor calidad que las manufacturas y la agricultura. Asimismo, éstas utilizan más agua y producen más gases de efecto invernadero, mientras que la infraestructura construida a su alrededor amenaza con deforestar zonas de alta biodiversidad.

Al tiempo que China se ha convertido en una contraparte esencial, América Latina también corre el riesgo de convertirse en su “nueva África” y de quedar relegada a la periferia de la división global del trabajo. Urge el debate regional sobre los alcances y limitaciones de esta relación.

Fonte: Arlene B. Tickner/ El Espectador

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