Via El Confidencial
Por: Juan Carlos Barba
La estadounidense Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), el más prestigioso organismo internacional dedicado a la monitorización de la temperatura del planeta, nos ha impactado con una muy preocupante noticia: marzo de 2017 ha marcado como hito el ser el primer mes en 1.647 meses en el registro (137 años) en que las temperaturas globales sobrepasan 1ºC la media del siglo XX (ya elevada por el calentamiento global) en ausencia del fenómeno de El Niño, que como recordarán fue muy potente durante el año pasado. Ha sido el segundo marzo más caluroso en los 137 años (el primero fue en 2016) y el quinto mes más caluroso (el resto han sido todos en los últimos dos años). Es evidente que el calentamiento global se está acelerando y que numerosos bucles que lo realimentan positivamente están conjuntándose para ello (disminución del albedo, aumento del metano por el ‘fracking’ y la fusión del permafrost, aumento acelerado del CO2 por diversas causas…). Prácticamente nadie con unos conocimientos sólidos duda ya de que la causa de este calentamiento es la actividad humana.
El metabolismo de la actividad de 7.500 millones de seres humanos, cada uno de los cuales equivale a cinco humanos preindustriales, es decir, un total de casi 40.000 millones de personas equivalentes, está desequilibrando totalmente la biosfera y, lejos de corregir la trayectoria, cada vez apretamos más el acelerador.
Podemos ver en el siguiente gráfico la evolución del consumo per cápita de energía en los últimos 200 años. Se ve claramente cómo este se ha multiplicado aproximadamente por cuatro desde entonces (ya había subido algo para 1820 desde los niveles preindustriales) y cómo este crecimiento ha sido especialmente fuerte en los periodos 1945-1979 (los ‘treinta gloriosos’) y a partir de 2000 (sobre todo por el brutal aumento del consumo en China).
Aunque no cabe duda de que hay aumentos en la productividad y en la eficiencia, es un mito muy peligroso el pensar que estas mejoras son ilimitadas, y estas creencias demuestran un desconocimiento total de los fenómenos físicos subyacentes. Las mejoras iniciales son relativamente sencillas, pero las subsiguientes son cada vez más difíciles hasta que se vuelven inapreciables. Es la implacable ley de los rendimientos decrecientes, que cualquiera que se haya dedicado a optimizar procesos productivos ha conocido por propia experiencia. Como expuse en este artículo, la Humanidad está aumentando desde hace décadas la inversión en mejoras de la productividad aproximadamente un 7% cada año, mientras que las mejoras conseguidas son del 1%. El resto del crecimiento mundial proviene de aumento en los insumos de la economía.
La economía mundial representa simplemente la producción de bienes y servicios, cuyo significado físico corresponde al concepto de trabajo. Por eso se habla muchas veces, dado que la sociedad humana está compuesta por seres vivos y sus extensiones en forma de maquinaria, de metabolismo de la sociedad industrial, ya que cuando se generan esos procesos físicos que llamamos economía, producimos calor y desechos (que en el caso de la sociedad industrial son materiales inútiles, contaminantes o no, incluidos gases como el CO2), exactamente lo mismo que los seres vivos.