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A paso de tortuga

4 minutos de leitura

 Por Hernán Sorhuet Gelós

Via  El País

 

El viernes pasado culminó la COP 22 sobre el cambio climático realizada en Marruecos logrando más promesas a través del establecimiento de un nuevo calendario de trabajo.

La situación es muy difícil. No hay que negarla y menos ocultarla.

Sabemos que el calentamiento global producido por la humanidad aumenta considerablemente la variabilidad climática y el riesgo de desastres naturales.

Los cálculos más confiables del mundo científico establecen que debemos limitar el ascenso de la temperatura global del planeta a menos de 1.5 grados Celsius de los niveles preindustriales, a más tardar para 2020.

El festejado Acuerdo de Paris (2015) se basó en que cada país voluntariamente presentara su compromiso de reducciones nacionales de emisiones de gases de invernadero. Esto significó que, más allá de la buena voluntad con que se hayan calculado, son claramente insuficientes para alcanzar la meta de los 1.5ºC. En otras palabras, vamos mal.

Pasó la COP 22 y está la mira en la COP 23 de Bonn. Como no hay tiempo que perder, este año cuenta, y mucho.

Los desafíos son enormes. ¿Cómo logramos reducir la pobreza y al mismo tiempo protegemos el agua, la seguridad alimentaria y reducimos el calentamiento global?

¿Cómo logramos que la acción climática no limite el desarrollo de los pueblos?

¿Seremos capaces de crear la capacidad tecnológica adecuada para este cambio y además, democratizarla?

Mientras tanto, ¿de qué manera conseguiremos mayor resiliencia (capacidad de adaptación) a la variabilidad climática en nuestros países, para minimizar sus impactos?

Responder a estas interrogantes nos da la idea de la magnitud del reto que enfrentamos.

Sin más dilación hay que enfatizar que la solución es en primer lugar política.

Hay que lograr la voluntad de los tomadores de decisiones para impulsar cambios profundos y valientes, que necesariamente deben pasar por: a) una honesta e inmediata actualización de los compromisos nacionales de reducción (ajustados a las necesidades reales del problema y no exclusivamente a las conveniencias económicas del hoy); b) aplicar estrategias de desarrollo bajas en emisiones, eliminando inversiones (por grandes que sean) que liberen mucho carbono; c) avanzar hacia la meta de 100% de uso de energía renovables entre 2030 y 2050.

Y no olvidemos que también se necesita promover el fortalecimiento de los gobiernos locales porque estos serán los verdaderos artífices de las transformaciones a pequeña y mediana escala.

Mientras tanto, todo esto será muy difícil de conseguir si el proceso no va acompañado de una mejora sustancial en la difusión de la información sobre la realidad del cambio climático y la manera de abordarlo a todo nivel. Es necesario que se diga no sólo la verdad sino toda la verdad.

Sin este proceso de involucramiento masivo y de permanente rendición de cuentas no se podrán alcanzar las metas. Tanto el empoderamiento en toma de decisiones como la mejor adaptación posible a la variabilidad climática son piedras angulares en la dilucidación de esta batalla.

Los medios de comunicación y las organizaciones no gubernamentales están llamadas a desempeñar un papel crítico.

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