Ayer fue encontrada sin vida, flotando en las aguas del lago artificial de la represa Ralco, la emblemática líder pehuenche Nicolasa Quintreman Calpan (74). La causa de su muerte es materia de investigación, aunque según el fiscal a cargo todo apuntaría a un fatal accidente. Es un momento de dolor para el pueblo mapuche.
Nicolasa, junto a su hermana Berta, lideraron la resistencia de las comunidades frente a los planes de Endesa España por represar el rio Biobio. No exagero si señalo que será recordada como una de las más grandes dirigentas mapuche del siglo XX. Su determinación, solo mellada por la soledad de su bregar y un muro que comenzó a levantarse sin autorización ni aviso previo, fue un bálsamo de dignidad en tiempos de borrachera neoliberal. Muchos quienes la acompañamos en la cordillera la recordamos con cariño, admiración y profundo respeto. Su ruca, a orillas del Biobío, fue una verdadera escuela política y cultural para toda una generación de jóvenes que por sus huellas transitó. Su dignidad, una bofetada frente a quienes, desde el gobierno y el empresariado, pensaban que todo tenía un bendito precio; la gente, el rio, la tierra, la lluvia, los espíritus… todo, incluida la memoria.
Mapu Zomoche Newen, “Fuerza de la Mujer de la Tierra”, fue el nombre elegido por la ñana Nicolasa, su hermana Berta, la imparable Aurelia, la ñana Pancha y entre ellas el lonko Antolin Curriao, para resistir ante Endesa y, sobre todo, ante la prepotencia acostumbrada de los de arriba para con los de abajo. Un puñado de mujeres, sin “educación” winka, pero profundamente sabias en la lengua de la tierra y en aquello que los mapuche llamamos “kelluwun”, apoyo mutuo. Una década costó al gobierno y a Endesa que aceptaran negociar. La prensa, era de esperar, resaltó en titulares el millonario acuerdo, sin entender jamás que fueron los hechos consumados -y no la calculadora- quienes tuvieron montaña arriba la última palabra. Si, finalmente negociaron. Lo hizo la ñana Aurelia, la ñana Berta y finalmente Nicolasa. Pero ninguna de las tres aceptó ser relocalizada tierras arriba o tierras abajo. Se quedaron allí, a orillas del lago, porfiando hasta el último. La primera en fallecer fue la ñaña Pancha, a quien alguna vez acompañamos hasta el nacimiento del Biobio, en la laguna Galletue, maravillándonos con sus historias. Le siguió el lonko Antolin, que hasta el final luchó por rescatar los cuerpos de sus familiares del cementerio inundado por las aguas del embalse. Abuelos, abuelas, primos, tíos, hermanos, todos ellos a 60 metros de profundidad. Hoy cabalga donde sus mayores Nicolasa.
“Presumiblemente falleció el lunes”, adelantó el fiscal, pero lo cierto es que ella comenzó a morir hace al menos una década. Una parte suya murió cuando Eduardo Frei, el mandatario trenzado con el poder económico, autorizó en sus tierras el emplazamiento de la central. Otra cuando Ricardo Lagos, el mandatario amado por los banqueros, inauguró a escasos kilómetros de su ruca el gigantesco muro de la represa, brindis con champaña incluido. Lagos, a diferencia de Frei a quien la ñana Nicolasa llamaba “el cobarde”, tuvo la patudez de visitarla en su propia casa. Fue una medida desesperada del primer mandatario, un último recurso para convencerla de largarse de sus tierras y allanar así el camino de sus amigotes de Endesa. En su ruca -me confidenció en una de mis visitas- Lagos le habló del progreso, del desarrollo y del arribo de la modernidad. Nicolasa poco y nada se interesó en aquello. Entonces Lagos, entre mate y mate, le habló del nuevo trato, de la deuda histórica, de proyectos y más proyectos para ella y su familia. Y Nicolasa, inmutable. Fue entonces cuando Lagos, el “estadista”, le insinuó aquello de las razones de Estado. Y del “interés superior de la nación”. Y de cómo, en una democracia, Carabineros está para hacer cumplir la ley, por doloroso que ello resulte. Fue Berta, me contó sonriendo, quien señaló a un sorprendido Ricardo Lagos donde quedaba la puerta.
“Endesa llegó con mucha mentira y engaño. Van a cambiar calidad de vida, van a tener todo bueno, le decían a la gente. De todo le vamos a dar, tierras, animales, así iban diciendo. Y así la gente comenzó a firmar, de a poco. Cuando llegaron a mi casa yo les dije: ‘Yo seré pobre, seré como seré, pero no me moveré de donde me dejaron mis mayores. Yo seguiré donde me crie, donde me nacieron, ustedes se van, vayan a engañar a la gente a otra parte”. Las palabras de Nicolasa fueron registradas en 2005 por el director catalán Manel Mayol, en pleno llenado del embalse. “El presidente de Chile estaba vendido con Endesa desde antemano. Eduardo Frei Ruiz-Tagle, ese hizo todo, tomó todos esos compromisos”, denuncia la ñaña en el premiado documental “Apaga y Vámonos”. Al año siguiente de su estreno y por encargo de Manel, la visité en Ralco Lepoy para hacerle entrega de una copia.
“Pena y rabia, pena y rabia”, me respondió cuando le pregunté por sus sentimientos al ver el lago y, sobre todo, el muro de la represa. Recorrimos juntos la ribera del embalse en aquella visita. Me pidió acompañarla a buscar una oveja perdida. “Cayó en las aguas”, me dijo al toparnos con la noche, ya resignada. De regreso me contó del “animalito”. Cómo era, qué tal se portaba, las gracias que hacía en el corral. De todo ello hablaba la ñaña Nicolasa, con simpleza y cariño. Su verdadero nombre era Awiñman, “vuelo del cóndor” en castellano. Vuela entonces, querida ñaña. Y que tus alas nos indiquen desde las alturas el camino.