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El Banco Interamericano de Desarrollo, la coyuntura y su “Plan de acción climática del Grupo BID sobre cambio climático 2021-2025″

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Alcides Faria, Director Ejecutivo Ecoa

 

  • El modelo de enfoque del Plan tiene el pecado de tratar la América Latina y el Caribe de manera genérica, sin una aproximación con los territorios y cada una de sus unidades ambientales;
  • Los países de la parte Sur de Sudamérica hace años enfrentan eventos climáticos extremos con fuertes impactos y repercusión sobre la economía e la sociedad. El BID necesita orientar sus financiamientos considerando esta coyuntura.

 

Monitoreo al Banco Interamericano de Desarrollo hace muchos años, priorizando originalmente el financiamiento para el área de infraestructura, siendo los casos más emblemáticos la Hidrovia Paraguay Paraná, proyecto que llegaría a 5 países (Bolivia, Brasil, Paraguay, Argentina y Uruguay) y el del Gasoducto Bolivia Brasil, debido a sus impactos en el Pantanal.

Con el tiempo, participé en eventos del BID/Sociedad Civil y en diversos debates económicos en el marco de la elaboración de la Estrategia de País. Con base en esta historia, me parece que hoy el BID ha perdido protagonismo y trascendencia en las políticas de financiamiento para el desarrollo en América del Sur. En cuanto a la participación de la sociedad civil en los procesos más amplios de formulación de políticas y estrategias del Banco, hoy existe una mayor fragilidad, siendo un ejemplo la ausencia de la sociedad civil en la agenda principal de las reuniones anuales del BID. Otra señal de fragilidad en los procesos participativos es la falta de estructura de consulta con la sociedad civil en la construcción de la ‘Estrategia de País’, pieza clave para orientar al Banco en su accionar regional y general.

En cuanto a las acciones post pandemia y el Plan de acción del Grupo BID sobre cambio climático 2021-2025, valoro que el Banco tiene un diagnóstico general con elementos importantes, pero es frágil en un aspecto esencial: la aproximación de territorios, unidades ambientales para conocer el que realmente está sucediendo y definir sus acciones. Un caso evidente son los fenómenos meteorológicos extremos ocurridos en los últimos años en la zona sur de la América del Sur. En Chile, la severa sequía de varios años, agravada por la legislación creada por la dictadura de Pinochet; en Paraguay, Bolivia, Argentina, Uruguay y Brasil una crisis hídrica, principalmente en las cuencas de los ríos Paraguay, Paraná y Uruguay, provoca falta de agua para la navegación; para el abastecimiento de las ciudades y la generación de energía y agricultura. Al largo de la cordillera de los Andes existen varios registros de reducción de glaciares, fundamentales, entre otras razones, porque millones de personas, en distintos países, dependen de ellos para el abastecimiento de agua.

En cuanto a los efectos sociales y económicos, abordar el que sucede en Argentina y Brasil y sus unidades ambientales, no en términos del Plan Clima, sino en relación con el financiamiento de proyectos, es fundamental, pues son indicativos del panorama general en América Latina y el Caribe ya que los dos países son los más fuertes económicamente de América del Sur, con el 60% de su población y producen juntos alrededor de 420 millones de toneladas de cereales al año. En Argentina, “la pobreza subió a 37,3 por ciento en el segundo semestre de 2021, el que representa 10,8 millones de personas, con 2,4 millones en situación de indigencia, según el Indec” (P12). En Brasil, una encuesta de la Red Brasileña de Investigación sobre Soberanía y Seguridad Alimentaria (Rede Penssan) mostró que 55% de las familias tenían algún grado de inseguridad alimentaria a los fines de 2020 (FSP).

Ante a este escenario socioeconómico, con gran parte de la población de distintos países luchando por la supervivencia, por el alimento del día siguiente, la pregunta central debe ser acerca de las respuestas del Banco para lo problema. Como mencioné anteriormente, en términos generales los caminos están identificados en el Plan de Acción Climática 2021-2025, principalmente a partir de diagnósticos presentados en áreas como infraestructura, energía y agricultura, pero el modelo de abordaje tiene el pecado de tratar a América Latina y el Caribe de manera genérica, sin abordar los territorios y cada una de sus unidades ambientales, como las cuencas hidrográficas y los biomas, por ejemplo. Aun cuando se presenten escenarios como el aumento del número de autos eléctricos con la consecuente disminución de la contaminación en las ciudades, se debe abordar en conjunto el abastecimiento de energía eléctrica para estos nuevos millones de autos, apoyando la eficiencia energética y las energías renovables. En el caso de Brasil, cuando se trata de producción de electricidad, la mejor fuente es, sin duda, la generación solar distribuida. El apoyo del Banco en la zona ayudaría a crear y fortalecer miles de pequeñas empresas con numerosos puestos de trabajo en el corto plazo.

Finalmente, entiendo que la responsabilidad fiscal es fundamental, pero que, por otro lado, los países no pueden ser “masacrados” por ajustes que generan desempleo, miseria y hambre, ajustes estes, en general, con el soporte del BID.

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